Educación, juventud y trabajo. Habilidades y competencias necesarias en un contexto cambiante
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) publican el informe Educación, juventud y trabajo. Habilidades y competencias necesarias en un contexto cambiante.
Las instituciones iberoamericanas CEPAL y OEI lanzan un documento que busca analizar las competencias y habilidades que los sistemas educativos ofrecen a los jóvenes de cara a su inserción en el mercado laboral. La conclusión más inmediata del análisis es que el contexto es de incertidumbre, cambio constante, desigualdad de oportunidades y automatización de tareas, –con la consecuente desaparición de puestos de trabajo–. A esto se suma la llegada de la pandemia, “una catástrofe generacional que podría desperdiciar un capital humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar desigualdades arraigadas”.
En cuanto al proceso de automatización, supone un cambio en la demanda de profesionales. Las tareas más rutinarias pasan a ser realizadas por máquinas, y aumenta la demanda de trabajos más complejos. Respecto a las consecuencias económicas de la crisis de la COVID-19, el estudio habla de una caída del PIB de 9,1 % en 2020 en América Latina y el Caribe, y un aumento de 4,5 puntos porcentuales de la pobreza extrema. Esto representa un retroceso aproximado de diez años de crecimiento.
La crisis y el cambio en el mercado laboral son retos a los que se enfrentan los jóvenes latinoamericanos, pero no todos tienen las mismas herramientas. A pesar de los avances conseguidos en escuelas y universidades, sigue existiendo cierto grado de exclusión. Y sobre todo una desigualdad en la calidad de la educación impartida por los distintos centros. En muchas ocasiones existe un desfase respecto a los requerimientos del mercado laboral.
La adaptación de la educación al contexto de la pandemia ha supuesto un avance en la innovación de los sistemas de enseñanza, pero ha contribuido a acentuar las brechas educativas preexistentes entre estudiantes. Brechas que no son solo económicas, sino también de género. Las mujeres siguen enfrentándose a mayores barreras en el mercado laboral, que se traducen en trabajos de peor calidad, con menos ingresos y menores niveles de acceso a la protección social.
Ahora bien, ¿qué propuestas surgen en torno a la adaptación de la educación en este contexto tan complejo y cambiante? El reto de diseñar una educación para el futuro (incluso para el presente) pasa por tres cuestiones esenciales.
La primera es el concepto de las competencias –conocimientos y habilidades–. Esta es una palabra central por su importancia en la organización de la oferta educativa, en la relación entre los mercados de trabajo y los sistemas educativos.
La previsión es que las competencias con mejor cabida en el mercado laboral sean las que requieren aptitudes sociales y creativas, que tienen un bajo riesgo de ser automatizadas. En particular, se propone potenciar la capacidad para tomar decisiones en situaciones de incertidumbre, y la capacidad de desarrollar nuevas ideas. En 2018 la OEI proponía las siguientes competencias: “La comunicación en la lengua materna, la comunicación en lenguas extranjeras, la competencia matemática y las competencias básicas en ciencia y tecnología, la competencia digital, aprender a aprender, las competencias sociales y cívicas, el sentido de la iniciativa y el espíritu empresarial, la conciencia y la expresión culturales”.
Años después, en el contexto de la nueva normalidad, se concluye que el concepto de competencia está menos asociado a las nociones de capacidad, destreza y habilidad, y más relacionado con el desarrollo integral de la persona orientado a la aplicación e integración de diferentes conocimientos esenciales para la formación de los jóvenes.
La segunda cuestión importante es la desigualdad. Ante el riesgo de que aumente la brecha digital, llegando a convertirse en algo sistémico, hay que apostar por los recursos digitales que facilitan el acceso a la información y la gestión del conocimiento. Los sistemas educativos deben orientarse hacia la inclusión y la equidad.
La tercera de las tres cuestiones es la ciudadanía. El objetivo es promover en las escuelas una ciudadanía global y cosmopolita, poniendo el foco en los problemas globales y fomentando la discusión sobre la base de los aprendizajes logrados.