Convivencia
17 febrero 2020

¿Qué significa tener amigos para los jóvenes en situación de vulnerabilidad?

La amistad juega un papel fundamental en los jóvenes, para los que las situaciones de aislamiento o rechazo social suponen un factor de riesgo de exclusión social y de sufrimiento vital. Tener amigos supone poder compartir en todos los ámbitos. A nivel cognitivo permiten conversar, discutir y compartir significados que ayudan a entender la realidad social en la que vivimos. A nivel afectivo se convierten en fuentes de apoyo emocional, y a nivel social suponen una fuente ayuda, además de generar un sentimiento de pertenencia a un grupo en el que se es aceptado. Somos seres sociales y nuestra vida se desarrolla en diferentes contextos sociales, como son el familiar, el escolar, el laboral y el comunitario.

Pero hay algunos colectivos para los cuales estos contextos sufren en el algún momento de su vida cambios significativos. Uno de estos colectivos es el de los jóvenes que han sido declarados en desamparo y que han tenido que irse a vivir a un hogar de protección. Para ellos, el contexto familiar ha fallado, y ha aparecido un nuevo contexto como es el residencial. Y esto supone unos cambios significativos a la hora de establecer relaciones de amistad con los iguales.

1. La relación entre hermanos:

Un primer cambio viene dado por las modificaciones que se producen en la relación entre hermanos. Para aquellos jóvenes que no sean hijos únicos, la declaración de desamparo puede tener dos efectos diferentes. Por un lado, puede suponer una separación de sus hermanos en el caso de que el resto no haya sido declarado en desamparo o tenga otras medidas de protección diferentes, como puede ser el acogimiento familiar. Y por otro, si dos o más hermanos ingresan en un mismo hogar de protección, sus relaciones se reconfiguran en base a nuevos parámetros como consecuencia de la ausencia de sus progenitores, y de la convivencia con personas que nos son familiares. En el primer caso se pierde el contacto diario con los iguales más cercanos, con los que compartían conocimientos, compañía, afecto y ayuda. Y esto influye en el establecimiento de nuevas relaciones. En el segundo caso, cuando varios hermanos van a convivir juntos a un hogar de protección, “parte de la familia” les acompaña en un cambio tan difícil desde un punto de vista emocional y vital. Hay que entender que las declaraciones de desamparo y la consecuente separación de su familia no solamente suponen una ruptura emocional, sino también el tener que enfrentarse a la incertidumbre de un futuro totalmente incierto.

La investigación ha venido demostrando que el tener hermanos en el mismo hogar es una ayuda importante para sobrellevar la situación. Pero varios estudios también han señalado que cuando las estancias se alargan en el tiempo la situación de los grupos de hermanos empeora en varias dimensiones, una de las cuales es la integración social con el resto de jóvenes que viven en el hogar. Los grupos de hermanos suelen tener estancias más largas en el sistema de protección, fundamentalmente porque es más sencillo buscar otra medida de protección alternativa o lograr una reunificación familiar exitosa con un joven que con varios. Y esto hace que vean entrar y salir a otros chicos y chicas del hogar, lo que supone rupturas de relaciones de amistad establecidas, lo que puede llevar a que decidan no volver a vincularse con otros jóvenes.

2. El contexto residencial:

Un segundo cambio a la hora de establecer relaciones de amistad con los iguales, es la aparición de un nuevo contexto de interacción como es el residencial. Por una parte, contar con otros jóvenes que se encuentran en la misma situación puede suponer una fuente de apoyo y comprensión importante, lo que sin lugar a dudas puede ser una ventaja. Pero los iguales del centro de protección pueden suponer un riesgo a la hora de establecer relaciones de amistad. La mayoría de los chicos y chicas que ingresan en un centro de protección provienen de familias en las que se usan estilos educativos inadecuados, y en las que algunos progenitores manifiestan algún tipo de conducta antisocial. Por ello, no es de extrañar que un porcentaje considerable de los jóvenes que viven en centros tengan conductas antisociales también. De hecho, una reciente investigación que hemos desarrollado encontró que el 12% de los jóvenes que se encontraban viviendo en un hogar de protección cumplían o habían cumplido una medida judicial. Lógicamente, entablar relaciones de amistad con ellos puede suponer un riesgo de contagio para los que no manifiesten este tipo de conductas. Es lo que los anglosajones denominan “deviancy training”, es decir aprendizaje de conductas desviadas.

3. El centro educativo:

El tercer cambio que sufren los jóvenes al ingresar en un hogar de protección es que el centro educativo se convierte en el principal contexto normalizado al haber sido separados del contexto familiar. En efecto, la escuela es el sitio en el que estos jóvenes pueden llevar una vida similar al resto, ya que por mucho que los hogares de protección se esfuercen en hacer bien su trabajo, no dejan de ser contextos hasta cierto punto artificiales.

El centro educativo no es solamente el sitio que les puede proveer de la cualificación necesaria para lograr la inserción laborar cuando dejen de estar tutelados. Además, es el lugar en el que pasan más horas al día fuera del hogar, por lo que es un sitio idóneo para establecer relaciones de amistad que enriquezcan su red de apoyo social.

Múltiples investigaciones han mostrado que los jóvenes acogidos en hogares de protección tienen peores resultados académicos y mayor riesgo de fracaso y abandono escolar que el resto de la población, lo que sin duda va en detrimento de su cualificación, pero ¿establecen relaciones de amistad en el centro educativo? Y de establecerlas, ¿son prosociales? En nuestras investigaciones hemos encontrado que hay un problema cuantitativo, ya que cerca de la mitad de los jóvenes tutelados no establecían ninguna relación de amistad en el centro educativo, pero los que sí lo hacían era con otros chicos y chicas con un perfil promedio, es decir, no se relacionaban con chicos y chicas con problemas de integración social. Pero también hay que decir, que dependiendo del tipo de tarea que se desarrolle en el centro, puede ser más fácil establecer amistades. Así, cuando las tareas son más formales les es más difícil establecer vinculaciones con los otros que cuando las tareas son más informales (juegos, actividades deportivas, etc.). Esto se debe posiblemente a que los jóvenes tutelados suelen mostrar un perfil comportamental que tiene difícil encaje en la formalidad con la que, con mucha frecuencia, se desarrollan las actividades académicas. Pero la investigación también ha venido demostrando que cuando se vinculan con jóvenes que no pertenecen al sistema de protección y que son buenos estudiantes, suelen mejorar sus logros académicos.

4. El contexto comunitario:

Y un último contexto en el que establecer relaciones de amistad es el comunitario. Aquí se engloban todas las actividades desarrolladas por los jóvenes fuera del hogar de protección y fuera del centro. Hablamos de actividades deportivas, culturales, lúdicas, etc.

Los resultados de nuestras investigaciones indican que los jóvenes tutelados suelen percibir un mayor nivel de ayuda por parte de las amistades que establecen en este contexto cuanto más tiempo lleven acogidos. Sin duda este dato es positivo ya que significa que la institucionalización, crítica que ha acompañado históricamente a los hogares de protección, parece haber desaparecido. Pero no parece ser suficiente. Si preguntamos a los jóvenes que ya han abandonado el sistema de protección por haber alcanzado la mayoría de edad por quiénes son sus fuentes de apoyo social, comprobamos que solamente una cuarta parte manifiesta tener a alguien fuera del ámbito familiar y de sus educadores.

Parece necesario repensar lo que hacemos con estos jóvenes mientras están acogidos, de cara a intentar generar situaciones que favorezcan, aún más, el establecimiento de las relaciones en los contextos educativos y comunitarios, lo que sin duda enriquecería sus redes de apoyo social, sobre todo pensando en el momento en el que deban abandonar el sistema de protección.

Pero también sería interesante fomentar el mantenimiento del contacto con aquellos y aquellas que les han acompañado en los hogares de protección. Salvo algunas excepciones, los jóvenes mantienen los contactos por iniciativa propia. Sería interesante explorar otras fórmulas (redes sociales, actividades compartidas, encuentros, etc.) que les permitan a los jóvenes mantener el contacto, siempre de manera voluntaria, con las personas que han compartido un periodo tan duro de sus vidas. Haber sido tutelados no es algo de lo que deban avergonzarse, y poder compartir experiencias con personas que han vivido lo mismo que tú puede ser de gran ayuda.

Porque si tener un amigo es tener un tesoro, para estos jóvenes es un tesoro de mucho más valor.

Eduardo Martín

Eduardo Martín