Inclusión social
23 noviembre 2022

La salud mental de los jóvenes migrantes no acompañados

La llegada de jóvenes migrantes no acompañados (de ahora en adelante, JMNA), generalmente por oleadas, es un fenómeno que suele tener un gran impacto en los países de acogida, lo que genera enormes tensiones internas, sobre todo cuando coincide con momentos de crisis.

Es difícil disponer de estadísticas fiables de la magnitud del fenómeno, debido, fundamentalmente, a que se trata de un colectivo con una gran movilidad geográfica. Algunos informes muestran cifras impactantes, como el informe Global Migration Indicators (IOM, 2021), publicado por la Organización Internacional para las Migraciones y que recoge, solo en el año 2015, la llegada de 95.000 jóvenes migrantes  al continente europeo. Lo desorbitado de estas cifras y los recursos muchas veces limitados de los países de acogida hacen que la atención que se presta a estos jóvenes se centre en cubrir las necesidades más básicas, como son la alimentación, el alojamiento y la seguridad. Se dejaría en un segundo plano otras igual de importantes como la salud, entendida esta en sentido amplio, y de acuerdo con la definición dada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que entiende la salud física y mental como algo más que la mera ausencia de enfermedad, siendo parte imprescindible del bienestar individual y colectivo, además de ser un derecho humano fundamental (WHO, 2022).

En este artículo nos vamos a centrar en la salud mental de los JMNA, que es un aspecto relevante y que no suele estar en el foco cuando se habla de este colectivo. Aunque hablamos de inmigrantes, no debemos olvidar que nos estamos refiriendo a los menores de edad, aspecto que prima sobre el estatus de inmigrante en los países miembros de la Unión Europea, lo que les convierte en sujetos objeto de protección, pues son un colectivo muy vulnerable y con alto riesgo de desarrollar problemas de salud mental. En un reciente trabajo hemos encontrado que el 40  necesita algún tipo de atención terapéutica (González-García et al., en revisión). Este porcentaje tan alto no debería sorprendernos si tenemos en cuenta la cantidad de factores estresantes a los que se tienen que enfrentar desde que deciden emprender su aventura migratoria. En primer lugar, la separación familiar ya supone por sí misma un factor estresante. La situación familiar de los JMNA no es uniforme, pero en muchos casos es un entorno afectivo estable, aunque con necesidades económicas que empujan al joven a emigrar con la finalidad de aportar recursos económicos a la familia. Por tanto, a la separación en sí misma se unen como factores estresores la responsabilidad que deben asumir muchos JMNA como mantenedores de su familia (Devenney, 2020) y la nostalgia que sienten al llegar al país de acogida (Acosta y Martín, en revisión).

En segundo lugar, es el propio viaje lleno de peligros el que tiene un impacto emocional enorme en estos jóvenes, que no olvidemos, son menores de edad. El viaje suele durar varios días como mínimo, durante los que se afrontan múltiples amenazas que suelen dejar secuelas físicas y emocionales en ellos. Es necesario aclarar que la mayoría de datos de los que se dispone se refieren a varones, ya que las jóvenes, además de ser muchas menos, suelen migrar por otros procedimientos, moviéndose por contextos marginales más difíciles de detectar por los sistemas de protección, como son la explotación sexual, la trata de seres humanos o el servicio doméstico.

Pero los factores estresores de la aventura migratoria no terminan con la llegada al país receptor. Aunque en el contexto de la Unión Europea los países miembros deben atender a los JMNA de acuerdo a la Convención sobre los Derechos del Niño y a la directiva 2013/33/EU, una reciente revisión (Kauhanen y Kaukko, 2020) desveló que la cobertura total de las necesidades de estos menores está lejos de alcanzarse. Con la llegada al país receptor, desaparece el estrés provocado por los peligros del viaje, pero aparece el estrés intercultural. Un idioma, unas costumbres y creencias desconocidas suponen un shock importante que repercute negativamente en el bienestar de estos jóvenes, y este impacto negativo se puede ver multiplicado por la sensación de aislamiento y de despersonalización cuando son ubicados en centros grandes y masificados.

En una reciente investigación (Acosta y Martín, en revisión), analizamos la relación que guarda el estrés migratorio con el bienestar subjetivo, así como la incidencia de la situación administrativa, la posesión de cualificación formativa, el tiempo que llevan en el país de acogida y la situación de la familia en ambas variables. Los resultados señalan una relación muy clara entre estrés migratorio y bienestar subjetivo, en el sentido de que a mayor estrés menor bienestar. Por otro lado, y como era de esperar, el tener la documentación en regla, es decir, permisos de residencia y/o trabajo, incide negativamente en el estrés y positivamente en el bienestar, al igual que sucede con la posesión de cualificación para acceder al mercado laboral. En la inmensa mayoría de los casos, el objetivo del viaje es poder mejorar las condiciones de vida, tanto propias como de su familia, por lo que lograr un trabajo es fundamental. Los resultados también señalaron que cuanto más tiempo llevaban en el país de acogida, mayor satisfacción mostraban con su seguridad y con las expectativas de futuro. Estos datos se interpretan en el sentido de que, para regularizar la situación administrativa y mejorar su red de apoyo social, se requiere tiempo. Y, por último, la situación familiar también guarda una relación positiva con el bienestar y negativa con el estrés. Así, cuanto peor es la situación económica de la familia, mayor es el estrés y más bajo el bienestar. Parece lógico pensar que cuando la situación de la familia es peor, mayor es la presión del joven al sentirse responsable de buscar recursos económicos para ayudarla.

Como se comentó previamente, cuatro de cada diez JMNA necesitarían algún tipo de atención especializada para abordar sus problemas de salud mental. No obstante, la cobertura terapéutica está lejos de cubrir estas necesidades, ya que solamente uno de cada cuatro que la necesitan reciben algún tipo de atención especializada (González-García et al., en revisión). Esta carencia es atribuible a dos aspectos diferentes. En primer lugar, los problemas suelen ser motivados por depresión y ansiedad, es decir, de tipo internalizante, mucho más difíciles de detectar que los problemas externalizantes, como la conducta agresiva o antisocial. En segundo lugar, los propios JMNA muestran desconfianza hacia los servicios y son reacios a recibir ayuda (Bravo y Santos, 2017). Y a todo esto debemos añadir también la necesidad de adaptar los tratamientos a las peculiaridades étnicas, culturales y lingüísticas (King y Said, 2019).

Cuando no se atiende de manera adecuada la salud mental de los JMNA, los problemas de depresión y ansiedad pueden derivar en problemas externalizantes, como la conducta antisocial y el consumo de drogas (Inofuentes et al., 2022), lo que dificulta todavía más la futura integración sociolaboral de estos jóvenes, alimentándose, además, las corrientes sociopolíticas que criminalizan y estigmatizan a este colectivo.

Son muchos los retos a los que se tiene que enfrentar la atención especializada que se le presta a este colectivo, y dar una respuesta adecuada no es fácil, sobre todo cuando la llegada se produce de manera masiva y por oleadas, lo que genera un enorme estrés en el sistema de acogida, especialmente en épocas de crisis económicas.

Como resultado de nuestra investigación, para atender las necesidades de estos jóvenes, destacamos ocho claves  que deberían tenerse en cuenta:

  1. Cobertura de todas las necesidades, no solamente las básicas de alimentación, seguridad y alojamiento.
  2. Evitar, en la medida de lo posible, los centros masificados y promover el trato personalizado.
  3. Agilizar los trámites administrativos, que muchas veces actúan como generadores de ansiedad cuando se alargan en el tiempo, ya que al alcanzar la mayoría de edad deben abandonar el sistema de protección infantil que los ha acogido hasta ese momento, experimentando una sensación de desamparo si se ven sin la documentación en regla.
  4. Ayudarles a crear una red de apoyo prosocial, evitando el aislamiento o la segregación etnocultural. Se debe facilitar su participación en actividades formativas, comunitarias, culturales y deportivas.
  5. Facilitarles el contacto con su familia, que es un pilar fundamental para ellos.
  6. Luchar contra los mensajes que buscan criminalizar a este colectivo, generando miedo y rechazo de amplios sectores sociales a través de los bulos y la desinformación, que suponen un alto riesgo de estigmatización.
  7. No olvidar que llegan a nuestros países siendo niños, y que estamos obligados como sociedad a cubrir todas sus necesidades.
  8. Prestar la ayuda psicológica necesaria, adaptándola a sus peculiaridades lingüísticas y culturales, para mejorar su bienestar y evitar el desarrollo posterior de problemas más complejos.
Eduardo Martín Cabrera

Eduardo Martín Cabrera

Referencias

  • Acosta, E., y Martín, E. (2022). Estrés migratorio y bienestar en jóvenes migrantes no acompañados. (Manuscrito en revisión).
  • Bravo, A., y Santos, I. (2017). “Menores extranjeros no acompañados en España: necesidades y modelos de intervención [Asylum-seeking children in Spain: Needs and intervention models]”. Psychosocial Intervention, 26(1), 55-62 (https://doi.org/10.1016/j.psi.2015.12.001).
  • Devenney, K. (2020). “‘My own blood’: family relationships of unaccompanied asylum-seeking young people in the UK”. Families, Relationships and Societies, 9(2), 183-199(https://doi.org/10.1332/204674318X15394355767055).
  • González-García, C., Martín, E., Santos, I., y Bravo, A. (2022). Mental health and subjective wellbeing in unaccompanied migrant children: prevalence and treatment coverage. (Manuscrito en revisión).
  • Inofuentes, R. A., De la Fuente, L., Ortega, E., y García-García, J. (2022). “Victimización y problemas de conducta externalizante y antisocial en menores extranjeros no acompañados en Europa: revisión sistemática”. Anuario de Psicología Jurídica, 32, 95-106 (https://doi.org/10.5093/apj2021a24).
  • International Organization for Migration (IOM) (2021). Global migration indicators 2021.
  • Kauhanen, I., y Kaukko, M. (2020). “Recognition in the lives of unaccompanied children and youth: a review of key European literature”. Child and Family Social Work, 25(4), 875-883 (https://doi.org/10.1111/cfs.12772).
  • King, D., y Said, G. (2019). “Working with unaccompanied asylum-seeking young people: cultural considerations and acceptability of a cognitive behavioural group approach”. Cognitive Behaviour Therapist, 12, 12 (https://doi.org/10.1017/S1754470X18000260).
  • World Health Organization (WHO) (2022). World mental health report. Transforming mental health for all.